La rehabilitación de Puerto Rico debe ser sostenible, equitativa y justa

Millones todavía carecen de necesidades básicas después de las devastaciones causadas por el huracán María. Es imperativo que ayudemos a reconstruir este territorio de EE. UU.—además de abordar los efectos del cambio climático.

Jake Rios Torres, 9, watches as emergency supplies of food and water are delivered to his family in the mountains above Utuado, Puerto Rico, on October 12, 2017.

The family are sharing a single room after Hurricane Maria destroyed the rest of their home.
Credit: U.S. Air Force

Dos semanas después de que el huracán María azotara a Puerto Rico con vientos de 185 kilometros por hora y casi un metro de lluvia, más de la mitad de los 3.4 millones de ciudadanos estadounidenses de la isla carecen de agua limpia. Nueve de cada diez no tienen electricidad y el 60 por ciento no tiene servicio telefónico.

Las viviendas, los hospitales y las escuelas han sido dañados o destruidos. Los alimentos, las medicinas y el combustible son escasos. Los puentes derribados, las carreteras destruidas y los árboles caídos dificultan la entrega de suministros de socorro. Y mientras en todo Estados Unidos los familiares miran desde lejos como sufren sus madres, padres y abuelos, la respuesta de los EE. UU. ha sido ampliamente criticada como lenta e inadecuada, dejando a millones en riesgo.

A fines de la semana pasada, la alcaldesa de San Juan, Puerto Rico, Carmen Yulín Cruz, acompañada de madres que atravesaban aguas profundas para tratar de asegurar las necesidades básicas de sus hijos emitió un pedido desesperado para recibir más ayuda de los Estados Unidos.

El pueblo de Puerto Rico es ciudadano estadounidense. Ellos necesitan y merecen nuestra ayuda. Culpar a las víctimas, menospreciar sus esfuerzos y criticar a sus líderes es el camino equivocado.

Lo que debe hacer este país en este momento es:

Primero, el Congreso debe aprobar un paquete de ayuda inmediata para abordar las necesidades humanitarias urgentes, proporcionar socorro de emergencia y preparar el escenario para esfuerzos de rehabilitación y reconstrucción que sean resistentes y equitativos.

Esto significa, antes que nada, satisfacer las necesidades de salud y seguridad de una población en apuros. Significa limpiar de químicos tóxicos las zonas industriales, las instalaciones de almacenamiento portuario y los sistemas de alcantarillado. Significa rehabilitar las plantas de tratamiento y distribución de agua potable y reconstruir la red eléctrica que fue casi destruida. Significa ayudar a reconstruir la isla de una manera que la haga capaz de resistir la próxima tormenta tropical o huracán.

Significa darle prioridad a las voces de la comunidad, de una manera implícita y transparente, para así aprovechar los aportes del público al máximo y garantizar que a largo plazo los esfuerzos de restauración reflejen fielmente los valores, las prioridades y las necesidades locales. También significa abordar de manera responsable las desigualdades que enfrentan las minorías y las comunidades de bajos ingresos que reciben de manera desproporcionada los efectos nocivos de los desastres naturales y la continua degradación ambiental.

Parte del plan también debe ayudar a proteger a Puerto Rico a encarar el cambio climático que hace que los huracanes y las tormentas sean más devastadoras. Por ejemplo, el calentamiento de los océanos hace que se incorpore más energía y humedad durante tales tormentas, lo que las hace más peligrosas cuando golpean. El aumento del nivel del mar significa un mayor oleaje que empuja aún más el nivel de las crecidas y hace que las aguas tarden más en retroceder una vez que la tormenta amaina.

Los esfuerzos de rehabilitación y reconstrucción de Puerto Rico deben reflejar esos peligros inminentes, como la incorporación de protección contra inundaciones y medidas de atenuación en los planos para nuevas carreteras, puentes, hospitales, escuelas, sistemas de drenaje pluvial, plantas de agua y viviendas. Se necesita experiencia técnica, así como financiamiento, para asegurar que la nueva red eléctrica de la isla pueda acomodar la energía limpia, proveniente del viento y el sol.

No es de extrañar que el cambio climático sea una preocupación para el 84 por ciento de los latinos en este país. El 53 por ciento dice que ha personalmente experimentado los impactos del cambio climático y el 74 por ciento dice que el presidente Trump debería hacer más para enfrentar esta situación.

Esta encuesta, publicada la semana pasada por el Programa de Comunicación del Cambio Climático de Yale, encontró que los hispanos están más comprometidos, más preocupados y más dispuestos a involucrarse políticamente en este tema que los estadounidenses no hispanos. Durante algún tiempo esta ha sido una tendencia constante, y no es difícil entender por qué. Los hispanos a menudo se encuentran entre las comunidades de color y las personas de bajos ingresos que tienden a sobrellevar una carga mayor que el resto de nosotros cuando se trata de males ambientales como las tormentas, las inundaciones y el aumento del nivel del mar, las cuales empeoran debido al cambio climático. Los latinos también son más propensos a experimentar los impactos climáticos de primera mano, aquí y en el extranjero.

Acabamos de presenciar esto en partes de Texas y Florida cuando los huracanes Harvey e Irma azotaron estos estados y ​​lo vemos ahora en Puerto Rico.

María devastó este territorio de EE. UU., que está a dos horas y media de Miami. Ahora debemos reconstruir Puerto Rico de una manera que no solo restaure a nuestra isla vecina, sino que también lo haga de una manera que prometa un futuro más brillante, más sostenible y más equitativo para su gente.

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