Cambio climático: Nos estamos buscando que Dios nos desaloje de nuestra casa (por Ann Alexander)

Luego que el banco conservador ganara la mayoría de la Cámara de Representantes este pasado noviembre, el representante John Shimkus de Ilinois se postuló para la presidencia del Comité de Energía y Comercio. Esto es importante porque hace poco me enteré de una declaración bastante interesante hecha en 2009 por el Representante Shimkus sobre la Biblia y el cambio climático.

El Representante Shimkus se basó en un par de versículos del capítulo 8 del libro del Génesis sobre la promesa de Dios a Noé después del diluvio:

Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, a pesar de que todas las inclinaciones de su corazón son malas desde su niñez y nunca más volveré a destruir a todas las criaturas vivientes como lo he hecho.

Mientras exista la tierra, la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche, nunca cesarán.

Según el representante Shimkus, esta promesa significa que no hay que preocuparse por el cambio climático, ya que como dijo el: “Creo que es la palabra inequívoca de Dios y esa es la forma en que va a ser para su creación... La tierra sólo terminará cuando Dios decida que su tiempo ha terminado. El hombre no va a destruir esta tierra. Esta tierra no será destruida por una inundación”.

Esta afirmación me hizo pensar en el pequeño apartamento en Manhattan en el que vivía cuando iba a la escuela de leyes. En realidad, me hizo pensar en un montón de cosas, pero como voy tratar de mantener este blog en un tono amable, solo voy a hablar del apartamento. 

 

Cuando alquilé ese apartamento el propietario me hizo ciertas promesas. La más importante de ellas era la garantía de habitabilidad. Esto significa que el propietario estaba totalmente de acuerdo en alquilarme el apartamento y no causar daños que lo hicieran inhabitable, tales como no suministrar calefacción o permitir que moho tóxico se regara por todo el edificio. Si ese tipo de cosas sucedían entonces yo tenía derecho a un descuento en la renta.

La promesa de Dios a Noé es muy parecida. El promete que, siempre y cuando los seres humanos habiten la Tierra, no causará una destrucción que haría que la tierra fuera inhabitable.

Sin embargo, cuando firmé el contrato de alquiler, también hice algunas promesas acerca de cómo iba a tratar el apartamento. Por tanto el propietario acordó hacer la vivienda habitable, pero esto no era una promesa de venir y arreglarlo todo si por mis acciones el lugar se volvía inhabitable. La garantía del propietario de habitabilidad no era una garantía de que el apartamento se mantendría habitable si me decidía a hacer agujeros en las paredes, criar aves de corral en la sala de estar, o arrancar las tablas del suelo para hacer leña. No solo estaría viviendo sola, pero probablemente estaría en camino a recibir un aviso de desalojo.

De la misma manera, la promesa de Dios a Noé de no destruir la Tierra está acompañada de serias advertencias de que las acciones humanas, no obstante podrían hacer la tierra inhabitable. Los libros de Moisés y los profetas hebreos contienen advertencias sobre el fuerte impacto de la maldad humana en la Tierra y su capacidad para sostenernos. En Levítico 26, Dios advierte a los israelitas que la obediencia a sus mandamientos (que incluía muchos mandatos acerca de cómo cuidar la Tierra) se traduce en “la lluvia a su tiempo” y una cosecha suficiente, mientras que la falta de obediencia significaría que “el suelo no dará sus cultivos”. En este mismo sentido, el profeta Oseas advierte que, debido a las acciones derivadas de la codicia y el egoísmo humano”, la tierra está de luto, todos los que viven en ella se consumen, las bestias del campo y los pájaros del aire y los peces del mar se están muriendo”. Del mismo modo, el profeta Isaías dice:

¡Ay de ustedes, que añaden una casa a otra y unen un campo a otro hasta que no queda espacio y  así terminan habitando ustedes solos en medio de la tierra!. El Señor de los ejércitos ha declarado en mis oídos: “Ciertamente muchas casas han de quedar desoladas; casas grandes y hermosas quedarán sin habitantes. Un viñedo de 4 hectáreas (2 acres) solo producirá un bato de vino, y un homer de semillas sólo un efa”.

No podemos, en pocas palabras, tirar la basura en nuestro apartamento planetario y que nuestro propietario celestial nos rescate.

Esta metáfora de Dios como nuestro dueño no es de mi propia invención. Los libros de Moisés, nos dicen como Dios les habla a los israelitas de modo inequívoco: “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es mía y ustedes no son más que extranjeros y mis inquilinos”. (Este mandato, por cierto, se da en apoyo de la ley bíblica de que todas las tierras deben ser devueltas a sus propietarios originales cada 50 años, una práctica que no se lleva a cabo y que por alguna razón aquellos que escuchó citando la Biblia y quienes niegan el cambio climático no la proponen para aplicarla como política nacional). De acuerdo a las Escrituras no somos los propietarios de la Tierra, pero si los inquilinos: protegida por las promesas de nuestro propietario, pero sujetos a las obligaciones de los inquilinos.

Así que si el Representante Shimkus realmente tiene la intención de usar la Biblia como su guía para la definición de las políticas de cambio climático, espero que el echará otro vistazo a los términos del contrato de arrendamiento de la humanidad en el planeta. Y si usted me pregunta, probablemente debió incluir un depósito de garantía.

Original en ingles: http://switchboard.nrdc.org/blogs/aalexander/climate_change_cruising_for_an.html