Las malas ideas reaparecen en el discurso popular: una refutación del efecto rebote en energía

De vez en cuando surge un informe que trata de resucitar una hipótesis antigua que contiende que las políticas de eficiencia energética de alguna manera resultan en un mayor consumo de energía en vez de reducirla. Esta hipótesis se introdujo en el siglo XIX por William Stanley Jevons (conocida también como la paradoja Jevons) y afirma que el aumento en eficiencia energética en toda la nación resultaría en un mayor consumo de carbón, en vez de una disminución.

Algunos artículos recientes tratan de revivir estas afirmaciones, conocidas también como “el efecto rebote” reformulándola exponiendo que la eficiencia energética tiende a provocar más consumo de energía, no menos, y que si la meta es solucionar el cambio climático, alcanzarla por medio de mejoras en eficiencia parece arriesgado. Asumir que la eficiencia es anulada por el consumo lleva a algunos a concluir que la eficiencia no es una buena política para reducir el consumo de energía o combatir el calentamiento global.

Sin embargo, en un nuevo informe publicado el 9 de mayo en la revista electrónica, www.ElectricityPolicy.com, mis colegas y yo en el Natural Resources Defense Council clarificamos estas afirmaciones, encontrando que:

  1. El efecto de la eficiencia anulada por el consumo es bastante insignificante bajo una observación conservativa y al otro extremo puede tener el efecto contrario, es decir, la eficiencia puede causar que las personas ahorren aún más de lo esperado.
  2. El efecto rebote no arriesga nuestra habilidad de reducir emisiones de gases de efecto invernadero o de reducir nuestro consumo de energía porque no cambian, en gran manera, los ahorros en eficiencia energética. De hecho, los efectos parecen ser positivos.
  3. Ambas clases de teorías serias al respecto han sido descreditadas. La primera, que tiene que ver con la teoría de rebote aplicada a los usuarios, plantea la hipótesis de que las personas que tienen electrodomésticos de bajo consumo de energía las usarán más y por lo tanto consumirán más energía. Esto lo contradice una serie de estudios comprensivos que señalan que estos “rebotes” o anulaciones son mínimos y están disminuyendo, al igual que las cifras de consumo total. Por ejemplo, cuando un consumidor consciente cambia los bombillos de su casa por unos más eficientes, no necesariamente deja las luces encendidas más tiempo. La segunda clase de teoría de rebote abarca la economía entera y plantea la hipótesis que los ahorros de energía son contrarrestados por el gasto de este dinero ahorrado en actividades que requieren un consumo de energía adicional. Esto lo niega el simple hecho de que solo una mínima fracción (un máximo de entre 6 y 8 por ciento) de estos gastos requiere el uso de energía. Por ejemplo, los consumidores que ahorran energía en su cuenta eléctrica tal vez usen esos ahorros en un sin número de cosas como en alimentos, boletos de cine, o fondos de ahorro para los gastos universitarios de sus hijos en el futuro.   

Nuestro análisis: “¿Existe un efecto rebote en la eficiencia energética? Un análisis coherente de datos empíricos con soluciones” estudia detalladamente lo que la teoría dice, como o si de hecho se puede comprobar en el mundo real, además de proveer  recomendaciones en política y los resultados procedentes del estudio.

Lo primero que descubrimos en nuestras investigaciones es que los entusiastas de la teoría de rebote raramente definen lo que predicen. Esto es una falla elemental porque la ciencia de economía exige que las teorías se comprueben de manera que la evidencia pueda refutar o confirmar la hipótesis. Muchas de las hipótesis del efecto  rebote son tan eventuales que los proponentes usan cualquier situación real que se les ocurra para alegar que esta confirma sus ideas. Nuestra investigación encontró solo dos maneras de expresar la teoría del efecto rebote de manera rigurosa y que se puedan comprobar. Ambas quedan desmentidas por la evidencia.

La primera versión que se puede comprobar alega que el consumo de energía crece en proporción fija con la economía (paralelo al PIB). Como mi colega Sierra Martínez elabora en su blog, el historial económico de los últimos 40 años de los EE. UU. y de casi todos los demás países industrializados, demuestra lo contrario. Después de implementar políticas de eficiencia, muchas economías han, en efecto, visto como el consumo de energía quiebra paso con la producción de riquezas que sigue en aumento mientras el consumo de energía merma.

La segunda versión afirma que los ahorros al estado por las políticas de eficiencia son mucho menos que la suma de los ahorros que se espera produzcan estas políticas y las tecnologías una por una. Sin embargo, California experimentó reducciones palpables en el uso de energía per cápita en los últimos 40 años (comparado con el resto de la nación), reducciones que no solo equivalen a la suma de los ahorros previstos pero que son cuatro veces mayores. Otros estados obtuvieron resultados similares, aunque a menor escala. En ningún lado hubo predicciones serias seguidas por resultados decepcionantes.

Claro que existen pequeñas instancias donde la eficiencia es anulada por el consumo en un limitado número de casos. Por ejemplo, si climatizamos una casa donde se cuelan corrientes de aire, los habitantes tal vez puedan mantenerla mejor calentada y provocar efectos indirectos en el precio de energía y por lo tanto en el uso general de esta. Pero los efectos han sido ya incorporados en los modelos de energía desde la década 1970, son bastante insignificantes y van disminuyendo con el transcurro de los años.

Los proponentes del efecto rebote suelen arraigarse a soluciones del punto de vista de los suministradores. Pero si dicen que la eficiencia queda anulada por el consumo, entonces sugieren que la eficiencia no ahorra mucho dinero, ciertas teorías del punto de vista de suministradores demostrarían también entonces que nuevas fuentes de energía limpia no reducirían el uso de las plantas más viejas que contaminan más como se supondría. 

Nuestro análisis encontró que las políticas de eficiencia energética no son la manera más rápida de reducir el consumo de energía, pero continúan siendo la solución más efectiva para combatir el calentamiento global. Las objeciones planteadas por los entusiastas del efecto rebote sobre la política de eficiencia y su eficacia son contradictorias y tan vagas que ni siquiera se pueden confirmar (o refutar). Los datos disponibles acerca de esta teoría demuestran que sus predicciones son desacertadas. Lo que sabemos con certeza es que la eficiencia energética continúa ofreciéndonos una estrategia que nos permite disfrutar de un mejor nivel de vida, con servicios de energía mejorados, mientras  reducimos nuestro consumo de energía y combatimos el cambio climático.